El País, Mujeres de la vida, 2006


“Ahora bien, el flâneur baudeleriano difícilmente podría ser una flâneuse, puesto que su hábitat natural -la calle- es un dominio usado con libertad sólo por los hombres y controlado por ellos. Todo lo que se pudiera decir sobre el hombre de la calle no sería aplicable a una mujer de la calle que, como se sabe, es algo bien distinto. Una mujer de la calle no es la versión en femenino del hombre de la calle, sino más bien su inversión, su negatividad. Mujer de la calle significa prostituta, mujer situada en el estrato más bajo de la jerarquía moral de las conductas. No es casual que a su trabajo se le llame eufemísticamente hacer la calle. Una mujer de la calle es aquella que confirma las peores sospechas que pueden recaer sobre una mujer que ha sido vista sola, caminando por la vía pública o detenida en una esquina cualquiera. La mujer de la calle es aquella a la que le tiene sin cuidado su reputación, puesto que ésta no puede sufrir ya mayor deterioro. Es la puta callejera, en el escalafón profesional de las meretrices la que ocupa el peldaño más bajo, alguien cuya presencia supone una anomalía que corregir: está sola, ahí, ante todos, luego espera ser acompañada, y acompañada por ese hombre al que espera y en cierto modo convoca.
 
Lo mismo pasa con la noción de hombre público, término que designa ese personaje que se expone -en el doble sentido de que se visibiliza y de que se arriesga- a relaciones sociales entre extraños basadas en la apariencia y la reserva. En un sentido más restringido, el hombre público es aquel que se entrega a lo público, entendido como dominio de la crítica y la opinión, por lo que le corresponde el deber de rendir cuentas de sus acciones en el momento en que se le requiera. En esta última acepción, el hombre público se identifica con el político o con el profesional que desarrolla su actividad sometido a evaluación por parte de un público de cuyo juicio depende. En cambio, mujer pública se aplica a una persona para la que el calificativo pública indica que es accesible a todos. No es que esa mujer esté en el espacio público, sino que es parte de ese espacio público en que se encuentra, definido precisamente a partir del principio de accesibilidad que en teoría lo rige. Una mujer pública es también, como todo el mundo sabe, una manera de designar a una puta.”
 

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